Poco tiempo ha pasado desde que en diciembre de 2019 un grupo de pacientes desarrollaran una neumonía de origen desconocido hasta la declaración de pandemia y alarma sanitaria.
Esta rápida progresión ha dificultado la obtención de información clínica rigurosa que nos ayude en la prevención y el tratamiento de la enfermedad, pero también nos exige la toma de medidas que disminuyan o impidan la propagación de la enfermedad, con la evidencia posible en estas circunstancias.